Rodrigo Paz gana la presidencia y pone fin a 20 años de gobiernos del MAS en Bolivia

Mundo20/10/2025BP StaffBP Staff
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Bolivia inicia una nueva etapa política tras la victoria de Rodrigo Paz Pereira, candidato del Partido Demócrata Cristiano (PDC), en la inédita segunda vuelta presidencial celebrada este domingo. Con el 54.61 % de los votos, Paz superó al exmandatario Jorge “Tuto” Quiroga, quien obtuvo el 45.39 %, de acuerdo con el cómputo preliminar del Tribunal Supremo Electoral (TSE), con el 97.86 % de actas procesadas.

El resultado marca un giro significativo en la política boliviana, al cerrar un ciclo de casi dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), iniciado en 2006 con Evo Morales y continuado por el actual presidente, Luis Arce, cuyo mandato culminará el próximo 8 de noviembre, cuando se concrete la toma de posesión del nuevo mandatario.

Desde su comando de campaña en La Paz, Rodrigo Paz agradeció el respaldo ciudadano y valoró el reconocimiento inmediato de su rival. “Hoy no gana Rodrigo Paz, gana Bolivia. En democracia, todos ganamos”, declaró al conocer los resultados. Su compañero de fórmula, Edman Lara, abogado y expolicía de 39 años, celebró el triunfo desde Santa Cruz con un llamado a la reconciliación nacional.

Hijo del expresidente Jaime Paz Zamora (1989–1993), Rodrigo Paz hereda una tradición política, pero se presenta como el rostro de una generación de centro reformista, en contraste con los extremos que han dominado la escena boliviana en los últimos años. Su victoria fue bien recibida por diversos sectores políticos, incluido el oficialismo, que no logró pasar a la segunda vuelta y mantuvo apenas una representación reducida en el Congreso.

En su primer discurso como presidente electo, Paz delineó los ejes de su gobierno: reinsertar a Bolivia en el escenario internacional, recuperar la confianza interna y encarar la crisis económica. “Hay que abrir Bolivia al mundo, retomar un rol que perdimos geopolíticamente y geoeconómicamente en las dos últimas décadas”, afirmó. También aseguró que su administración tendrá “las manos extendidas hacia dentro y hacia fuera”, invitando a todos los sectores a sumarse a un proyecto de unidad nacional.

El contexto que hereda es complejo. El país enfrenta escasez de divisas, falta de combustibles y un alza sostenida de productos básicos, factores que han golpeado con fuerza a los hogares bolivianos. El presidente saliente, Luis Arce, felicitó a Paz y se comprometió a facilitar una transición ordenada. “Le deseo el mejor de los éxitos a su gobierno”, expresó en sus redes sociales.

No faltaron, sin embargo, voces críticas. Evo Morales, expresidente y figura histórica del MAS, calificó los comicios como ilegítimos, asegurando que su inhabilitación como candidato impidió una contienda verdaderamente democrática. “Esta es una derrota de los que odian a la gente humilde”, sentenció, sin reconocer los resultados.

Desde sectores internacionales, Estados Unidos expresó su respaldo a través del vicesecretario de Estado, Christopher Landau, mientras que presidentes de varios países latinoamericanos enviaron sus felicitaciones al nuevo mandatario. El expresidente de Bolivia Evo Morales y la expresidenta interina Jeanine Áñez, así como el empresario Samuel Doria Medina, coincidieron en su llamado a una etapa de diálogo y reconstrucción institucional.

A pesar de algunas protestas aisladas y denuncias de presunta manipulación, el TSE y las misiones de observación de la Unión Europea (UE) y la Organización de Estados Americanos (OEA) descartaron irregularidades y calificaron la jornada como pacífica y transparente. El organismo electoral también desmintió cualquier falla técnica en el sistema de resultados preliminares (Sirepre), atribuyendo las acusaciones a la difusión de información falsa.

La victoria de Rodrigo Paz representa un cambio de rumbo en la política boliviana y el inicio de un gobierno que se anuncia dialogante, pragmático y abierto al mundo. Con una legitimidad reforzada por las urnas y una oposición fragmentada, su desafío será mantener la estabilidad interna y reactivar una economía que ha entrado en una fase de agotamiento estructural. La transición ya está en marcha.

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