

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, confirmó este lunes que el Papa León XIV ya aceptó realizar una visita oficial al país, aunque aún no se ha definido la fecha en la que se llevará a cabo. Durante su conferencia matutina desde Palacio Nacional, la mandataria detalló que sostuvo una llamada telefónica con el sumo pontífice, en la que abordaron diversos temas de colaboración entre el Estado mexicano y la Iglesia católica.
“Muy amablemente aceptó la llamada, agradecemos. Todavía no hay fecha para que venga, pero tiene mucho interés en venir y en fortalecer los programas que tenemos con la Iglesia Católica, como ‘Sí al Desarme, Sí a la Paz’. Le hablé de este programa, fue muy cálido y se refirió con muchos saludos”, expresó Sheinbaum al referirse a la conversación.
La visita del Papa León XIV será la primera de su pontificado a México, en caso de concretarse. Representará un evento de gran significado no solo religioso, sino también político y social, en un país de mayoría católica donde la figura del Papa mantiene una enorme relevancia simbólica.
El programa “Sí al Desarme, Sí a la Paz”, impulsado en conjunto por el Gobierno Federal y la Iglesia católica, fue uno de los temas centrales del diálogo, ya que busca promover la entrega voluntaria de armas de fuego a cambio de incentivos económicos, y se ha implementado en varias ciudades como una estrategia de pacificación y prevención de violencia.
Aunque la mandataria no ofreció mayores detalles sobre la posible agenda o ciudades que visitaría el pontífice, dejó claro que el interés por parte del Vaticano es genuino y que el canal de diálogo se mantiene abierto.
La confirmación del interés del Papa por visitar México ocurre en un contexto en el que el Gobierno Federal ha reforzado sus vínculos institucionales con organizaciones religiosas, particularmente en temas sociales, como la atención a jóvenes en situación de riesgo, la prevención del delito y la promoción de la paz.
De concretarse la visita, será la octava ocasión en que un Papa visite México, desde que Juan Pablo II lo hiciera por primera vez en 1979, marcando una nueva etapa en las relaciones entre el Estado laico y la Iglesia.










