Bonilla, entre el colapso administrativo y el desgaste político: el crédito que no fue y la fractura con Palacio

Marco Bonilla, alcalde del municipio de Chihuahua, enfrenta uno de los momentos más críticos de su carrera política. En su segundo mandato al frente de la administración local, y con aspiraciones públicas a la gubernatura, el panista ha dejado tras de sí una estela de obras incompletas, decisiones cuestionadas y un creciente distanciamiento con la propia estructura que lo impulsó al poder.
La debacle no es reciente. Su gestión ha sido marcada por una serie de fracasos en materia de infraestructura, donde el único logro visible ha sido un distribuidor vial en la Avenida Fuentes Mares. El resto de los proyectos estrella —como el Polideportivo Luis H. Álvarez— apenas han logrado justificar las millonarias inversiones ante una ciudad que, día tras día, experimenta un colapso vial derivado de una expansión urbana desordenada y sin previsión en accesos. A esto se suma el conflicto persistente con los fraccionamientos aprobados sin infraestructura complementaria, lo cual ha generado un profundo malestar ciudadano.
Dos de sus principales compromisos de campaña, el relleno sanitario de Mápula y el Libramiento Poniente 5, han sido emblemáticos por su estancamiento y opacidad. El primero, envuelto en litigios ambientales y sospechas de negocio disfrazado; el segundo, desechado por el propio alcalde tras reconocer que sería inviable sin apoyo federal. Ambos casos revelan la distancia entre el discurso político y la capacidad de ejecución.
Pero el golpe más reciente —y quizá el más severo en términos administrativos— fue el fallido intento de contratar un crédito por 570 millones de pesos aprobado en 2024 para la construcción de tres puentes vehiculares. El alcalde no solo incumplió el plazo legal de seis meses para formalizar el contrato, sino que firmó fuera de tiempo con Banco Santander, lo que llevó a la Secretaría de Hacienda a rechazar el trámite por violaciones a la Ley de Disciplina Financiera. En lugar de asumir responsabilidades, Bonilla ha optado por solicitar nuevamente la autorización al Congreso del Estado, en un intento de reiniciar el proceso con una narrativa de urgencia que poco convence.
A la par del desgaste técnico y financiero, se ha hecho evidente una fractura política con la gobernadora Maru Campos. De ser su alfil y delfín natural en la sucesión, Bonilla ha pasado a ser una figura incómoda. Fuentes cercanas al Palacio de Gobierno revelan que ya se analizan nuevos perfiles para la candidatura del PAN en 2027, y que la narrativa de una candidatura femenina por motivos de paridad de género se perfila como la salida diplomática para evitar un rompimiento abrupto.
El deterioro de la relación entre Bonilla y Campos se expresa también en la falta de respaldo visible a sus iniciativas, la escasa coordinación en eventos públicos y la omisión deliberada de su nombre en agendas clave. La señal es clara: el capital político del alcalde se ha erosionado, tanto en lo operativo como en lo electoral.
Por su parte, el posicionamiento en el interior del War Room de Bonilla es claro, posicionamiento por medio de encuestas nacionales que lo coloquen en posiciones privlegiadas alejadas de la realidad del entorno que viven los ciudadanos, la estrategia funciona en percepción para el exterior pero contrasta con lo que los capitalinos experimentan día con día.
Con una ciudadanía cada vez más crítica, obras estancadas, finanzas bajo la lupa y un partido que comienza a mirar hacia otros liderazgos, Marco Bonilla enfrenta un momento decisivo. Si no logra rectificar el rumbo, su legado quedará marcado no por el impulso transformador que prometió, sino por una administración ensombrecida por la ineficiencia, la improvisación y la ruptura con sus propias bases.