“Canadá no está a la venta”: Carney rechaza integración al estilo Trump y tensiona relación bilateral

En un encuentro inusualmente distendido pero cargado de implicaciones diplomáticas, el primer ministro de Canadá, Mark Carney, respondió con firmeza a las insinuaciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre una eventual anexión canadiense como el “estado número 51”. Desde el Despacho Oval de la Casa Blanca, y ante las cámaras, Carney recalcó: “Canadá no está a la venta”, cerrando tajantemente la puerta a una idea que Trump viene promoviendo desde hace meses.
“Como sabe por el mercado inmobiliario, hay lugares que nunca están a la venta. Estamos sentados en uno de esos”, ironizó el mandatario canadiense, aludiendo al pasado empresarial de Trump. La respuesta se dio después de que el presidente estadounidense sugiriera, entre bromas y propuestas veladas, que la unión de Canadá a Estados Unidos traería “impuestos más bajos” y “un ejército gratuito” para los canadienses.
Aunque presentado con humor, el intercambio refleja una creciente tensión ideológica entre ambos gobiernos. Para Carney —exgobernador del Banco de Canadá y del Banco de Inglaterra—, el fortalecimiento de la soberanía y la autonomía política de su país es una línea infranqueable. La reunión, si bien protocolaria, marca también el inicio de una compleja fase de negociaciones bilaterales en torno al comercio y los aranceles.
En un punto de la conversación, Trump volvió a su conocida postura crítica frente al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), al afirmar que “será renegociado muy pronto”. Aunque reconoció su efectividad, el presidente republicano acusó a sus socios de “no respetarlo” y sugirió que el tratado, vigente desde 2020 y con revisión obligatoria en 2026, está siendo aprovechado en detrimento de los intereses estadounidenses.
La afirmación ocurre en un contexto donde Estados Unidos ha incrementado la presión arancelaria sobre múltiples productos canadienses, lo que motivó precisamente esta visita de Carney a Washington. La reunión buscó, entre otros objetivos, encauzar una posible revisión del régimen de aranceles sobre acero, madera y productos energéticos.
Trump no dudó en reafirmar su escepticismo hacia las importaciones canadienses, mencionando que Estados Unidos “no necesita los automóviles ni el petróleo” que su vecino exporta. En contraposición, Carney enfatizó la necesidad de una relación comercial “basada en reglas claras, respeto mutuo y visión de largo plazo”.
El tono de la reunión, matizado por los gestos diplomáticos, no logra disimular la creciente fricción estructural entre Ottawa y Washington. Mientras Trump explora un discurso de absorción simbólica, Carney apuesta por reforzar la presencia de Canadá como actor autónomo en la escena internacional.
Aunque no hubo anuncios concretos, el inicio de las negociaciones bilaterales marca un momento decisivo: el futuro inmediato del T-MEC, la revisión de los aranceles unilaterales y la resistencia a las presiones políticas del socio hegemónico del norte serán puntos clave en la agenda canadiense durante los próximos meses.
Para Carney, el mensaje fue claro y medido, pero sin ambigüedad: el mapa del poder norteamericano no será redibujado sin consenso ni legalidad. En su primer cara a cara con Trump, el nuevo primer ministro canadiense no solo reafirmó su postura comercial, sino que defendió la dignidad política de su país frente a una visión expansionista que, aunque disfrazada de chanza, puede tener consecuencias profundas.