Crisis política en Países Bajos: Wilders dinamita la coalición y fuerza elecciones anticipadas

La frágil coalición de derechas que gobernaba Países Bajos colapsó este martes tras apenas 17 meses en el poder. El detonante: el líder populista Geert Wilders anunció el retiro de su Partido de la Libertad (PVV) del gabinete, acusando a sus socios de no cumplir con la promesa de convertir al país en “el más estricto de Europa en materia de inmigración”.
"No hay firma para nuestros planes sobre asilo... El PVV deja la coalición", escribió Wilders en X, cargando contra la lentitud del Ejecutivo para avanzar en lo que había definido como “la política de migración más estricta” de la historia neerlandesa. Con este movimiento, Wilders provoca la cuarta caída de un gobierno en La Haya en menos de una década y allana el camino para elecciones anticipadas este otoño.
El primer ministro tecnócrata, Dick Schoof, calificó la decisión como “innecesaria e irresponsable” y confirmó que presentará la renuncia de los cuatro ministros del PVV ante el rey Guillermo Alejandro en las próximas horas. “Permaneceré en funciones hasta que se forme un nuevo gobierno, porque la vida en Países Bajos y en el exterior continúa”, declaró.
Wilders, de 60 años, apuesta a que esta crisis fortalecerá su base electoral. “Tengo la intención de convertirme en el próximo primer ministro. Voy a hacer que el PVV sea más grande que nunca”, afirmó a la prensa. Aunque su partido se mantiene primero en las encuestas desde las legislativas de noviembre de 2023, su popularidad ha retrocedido ligeramente ante las crecientes preocupaciones de los neerlandeses por la vivienda y el costo de vida.
El gabinete caído era un mosaico ideológicamente tenso: el PVV, el conservador VVD de Mark Rutte, la formación agraria BBB y el partido cristianodemócrata NSC. La coalición nació tras vetar a Wilders como primer ministro, colocando en su lugar a Schoof, exjefe de inteligencia, como figura de consenso. Sin embargo, las tensiones eran evidentes desde el inicio. En abril, Wilders había advertido que su paciencia se agotaba si no se concretaban medidas drásticas para cerrar las fronteras a solicitantes de asilo.
El quiebre final llegó tras negociaciones fallidas, provocando la ira de los socios. Desde el VVD se advirtió que la ruptura “mina la confianza internacional”, justo antes de que La Haya acoja una cumbre de la OTAN. Desde la izquierda, Frans Timmermans calificó la maniobra como un “golpe de teatro cínico” y exigió comicios cuanto antes.
El desenlace de esta crisis tendrá implicaciones en el tablero político europeo. En un contexto de avance de la ultraderecha —como se ha visto recientemente en Portugal, Alemania y Polonia—, Bruselas teme que el debate migratorio eclipse temas clave como la competitividad y la defensa común. Los embajadores de Alemania y Francia ya admiten que la incertidumbre podría retrasar la ratificación del fondo europeo de innovación militar.
Mientras tanto, las tensiones migratorias ocultan problemas domésticos más acuciantes: la escasez de vivienda, la saturación hospitalaria y los límites ambientales a la agricultura. Wilders ha vinculado estos problemas a la inmigración, pese a que las cifras oficiales —42 mil solicitudes de asilo en 2024— son modestas en comparación con otros países europeos.
Ahora, el rey Guillermo Alejandro deberá consultar a los líderes parlamentarios y nombrar un “informador” para explorar nuevas coaliciones. Si ningún bloque logra mayoría, se convocarán elecciones, probablemente a inicios de noviembre. Hasta entonces, el gobierno en funciones solo podrá gestionar asuntos cotidianos.
Wilders, con su habitual retórica desafiante, cerró su declaración subrayando que los Países Bajos están “cerca del final” de convertirse en el país más estricto en inmigración. La gran incógnita es si los votantes interpretarán su salida como una muestra de firmeza o como la evidencia de que la ultraderecha aún no sabe gobernar en un país habituado a coaliciones complejas y a la cultura del compromiso.