

En un momento crítico del conflicto en Medio Oriente, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió este lunes en la Casa Blanca al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con el objetivo de reactivar las negociaciones para alcanzar un alto el fuego en Gaza. El encuentro —el quinto en lo que va del año entre ambos líderes— busca avanzar en un plan integral impulsado por Washington, en medio del creciente aislamiento internacional de Israel y la presión diplomática para detener su ofensiva militar.
“Tengo mucha confianza”, respondió Trump al ser cuestionado por la prensa sobre las posibilidades de un acuerdo de paz. La declaración fue breve pero cargada de expectativas, dado el contexto actual: una guerra prolongada, una crisis humanitaria sin precedentes en la Franja y el reconocimiento del Estado palestino por parte de aliados históricos de Tel Aviv, como Reino Unido y Francia.
Tras la bienvenida oficial en el ala oeste de la Casa Blanca, ambos mandatarios sostendrán una reunión privada, compartirán un almuerzo de trabajo y ofrecerán una rueda de prensa conjunta para presentar avances o acuerdos preliminares. La agenda incluye temas altamente sensibles: la posibilidad de un alto el fuego permanente, el intercambio de rehenes por prisioneros, la retirada del ejército israelí de Gaza y, especialmente, la gobernanza futura del enclave palestino.
Fuentes diplomáticas señalan que el plan propuesto por el Gobierno estadounidense contempla la creación de una autoridad administrativa provisional en Gaza, liderada por figuras internacionales con legitimidad política y experiencia diplomática. Entre los nombres que han trascendido figura el del ex primer ministro británico Tony Blair, quien mantiene relaciones activas en la región desde su etapa como enviado del Cuarteto para Oriente Medio.
Tanto Israel como Estados Unidos coinciden en que Hamás no debe formar parte de la administración del enclave. Sin embargo, el movimiento islamista declaró el domingo que aún no ha recibido nuevas propuestas formales de los mediadores egipcios y cataríes, aunque se mostró dispuesto a considerar cualquier iniciativa “de manera positiva y responsable”.
Trump, por su parte, ha buscado equilibrar sus compromisos tradicionales con Israel con garantías estratégicas hacia los países árabes de la región. En particular, ha prometido que bajo su administración no se permitirá la anexión unilateral de Cisjordania por parte del Estado israelí, una línea roja para Jordania, Egipto y Arabia Saudita, que han reiterado su apoyo a una solución de dos Estados como vía para una paz duradera.
La reunión de este lunes ocurre en un momento en que la presión internacional sobre Israel se ha intensificado notablemente. Diversos gobiernos europeos han suspendido exportaciones militares a Tel Aviv, organismos multilaterales han solicitado investigaciones por presuntos crímenes de guerra, y la opinión pública global exige una resolución humanitaria urgente.
En ese contexto, la Casa Blanca busca reposicionarse como actor central en las negociaciones de paz, tras un año de distanciamiento con ciertos socios regionales. El tono adoptado por Trump y la presencia física de Netanyahu en Washington pueden interpretarse como un intento conjunto de retomar la narrativa diplomática y amortiguar las crecientes críticas internacionales.
Aún sin definiciones claras ni anuncios oficiales, la jornada deja entrever un cambio de etapa en la gestión del conflicto. La clave estará en si la “confianza” expresada por Trump se traduce en un acuerdo concreto o se diluye entre condicionamientos cruzados, intereses estratégicos y una realidad cada vez más fragmentada sobre el terreno.