

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó este martes un ultimátum al grupo islamista Hamás, al declarar que tiene “tres o cuatro días” para responder a su propuesta de plan de paz para Gaza, presentada un día antes en la Casa Blanca junto al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. El plan, respaldado por Israel y —según Trump— aceptado por “los países árabes y musulmanes”, busca detener el conflicto que ha devastado la Franja y polarizado al escenario internacional.
“Hamás lo hará o no lo hará, y si no lo hace, será un final triste”, advirtió Trump ante los medios, dejando entrever que la negativa del grupo podría reactivar con fuerza la ofensiva militar israelí en la zona, esta vez con respaldo total de Washington.
La propuesta de paz, estructurada en veinte puntos, plantea un alto el fuego inmediato, la liberación simultánea de rehenes y prisioneros, el retiro progresivo del ejército israelí y la entrada masiva de ayuda humanitaria a Gaza. Pero uno de los puntos más controvertidos es el establecimiento de una autoridad provisional de gobierno en el enclave, liderada por una “Junta de la Paz” presidida por el propio Trump y con participación del ex primer ministro británico Tony Blair.
Según el documento —del cual medios estadounidenses han filtrado extractos—, el plan excluye a Hamás de toda forma de poder y abre la puerta a una futura negociación sobre un Estado palestino, algo que Netanyahu niega haber aceptado, a pesar de que la referencia aparece explícitamente en el texto. Esta discrepancia amenaza con convertirse en un punto de fricción dentro del propio eje que promueve la iniciativa.
Durante la presentación del plan en la Casa Blanca, el lunes, Netanyahu advirtió que, de rechazarse el acuerdo, Israel “finalizará el trabajo” en Gaza. Aunque no especificó qué implicaría esa frase, fuentes militares han interpretado el lenguaje como un anuncio tácito de una ofensiva total contra los remanentes de Hamás y posiblemente contra estructuras civiles utilizadas por el grupo.
La respuesta de Hamás aún no ha sido emitida formalmente. No obstante, voceros del grupo han reiterado que no aceptarán ninguna fórmula que excluya su participación política o que implique una ocupación indirecta de Gaza bajo figuras impuestas desde el exterior. También han cuestionado la legitimidad de una "Junta de la Paz" encabezada por una potencia beligerante, en alusión a Estados Unidos.
En paralelo, diversas capitales árabes han reaccionado con cautela. Si bien países como Egipto y Arabia Saudita han saludado el alto el fuego como un paso necesario, algunas voces en el Golfo y el norte de África han expresado reservas respecto a la gobernanza tutelada desde el extranjero y la ausencia de garantías claras para el pueblo palestino.
El plan también genera resistencias dentro del propio sistema político estadounidense. Críticos del presidente Trump acusan al mandatario de buscar un protagonismo personal en un proceso de paz altamente complejo, mientras que organizaciones internacionales de derechos humanos advierten que cualquier propuesta viable debe surgir de un diálogo genuinamente representativo y no imponerse bajo amenazas de acción militar.
Con el reloj corriendo y la tensión latente, la reacción de Hamás —y la forma en que Washington e Israel actúen en función de ella— determinará si este ambicioso plan se convierte en un punto de inflexión hacia la paz o en el preludio de una escalada aún más devastadora.